sábado, 1 de abril de 2017

Acabar con el Canibalismo Político




Julio E. Higuera
Politólogo

La definición Aristotélica que el hombre es un animal político y nos diferenciamos de los animales, porque hacemos parte de una sociedad políticamente organizada, privilegiados con el uso del lenguaje para comunicarnos y participamos en los asuntos públicos con el objetivo de alcanzar el bien común. Pero pareciese que en la época actual esta definición desapareciera, convirtiéndonos en una sociedad canibalesca, en la que el “todo vale” se convierte en el arma más pronunciada de la política para descalificar a nuestros adversarios, lanzando todo tipo de diatribas a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

La Polarización política en nuestro país, entre quienes creemos que a través del dialogo podemos poner fin al conflicto armado en Colombia, y quienes insisten en que la salida debe ser la continuación de la guerra hasta lograr la claudicación de la guerrilla sometiéndolos a la justicia sin ningún tipo de beneficio, hace mucho daño a nuestra democracia y a la construcción de una sociedad tolerante, reconciliada y en paz.

Este ambiente canibalesco, hace de las mentiras y calumnias verdades absolutas, dirigidas a debilitar a nuestro contradictor, alimentando los odios y resentimiento mutuos sin la capacidad de perdón y reconciliación entre las partes. Son tan negativas los señalamientos y acusaciones mutuas, hasta el punto de buscar cualquier detalle que sirva para desacreditar y afectar la privacidad de las personas, a la que se tiene derecho, no solo causando un inmenso daño al individuo, sino que es colateral a su entorno familiar y social, fortaleciendo el escenario de las ofensas, con el solo afán de llegar a la opinión pública con noticias que difícilmente puede comprender y diferenciar entre una información seria y objetiva a aquellas que caen en el ámbito del chisme y la calumnia, alimentados por un interés personal que los beneficia, dejando de lado la objetividad al momento de realizar un comentario.  

Esta cultura predominante, nos convierte en depravadores de la democracia,  llegando al punto de creernos todo los que nos comentan, sin realizar el mas mínimo esfuerzo de análisis de la información recibida, y termínanos dándole la razón a quien hace la acusación, manteniendo el statu quo de una sociedad dominada por los odios, la indiferencia, resistentes al perdón y la reconciliación.

La ciudadanía hastiada de esta forma ejercer la política, debe hacer de la cultura ciudadana, no el medio para continuar alimentando los odios y la perpetuación de los enfrentamientos entre colombianos; sino en la alternativa de la sociedad para reponernos a esta cultura antidemocrática construida desde las ambiciones políticas y corruptas de quienes la promueven y se benefician de esos debates. Debemos actuar, como seres racionales que somos, con capacidad de pensar y reflexionar, distinguiendo lo bueno de lo malo, lo ético de lo inmoral, defendiendo lo justo de las injusticias, liderando una propuesta de cultura ciudadana basada en la defensa de la transparencia y el respeto a la dignidad humana y a los procesos de la democracia participativa, de respeto a la voluntad mayoritaria de la ciudadanía en la toma de decisiones.

La posibilidad de actuar como ciudadanos responsables con el presente y futuro de nuestro país, implica alejarnos del canibalismo político, la mentira, el resentimiento y la corrupción; de no conformarnos con escuchar verdades prefabricadas y reforzadas con el solo propósito de hacer daño a nuestro opositor; siendo racionales en nuestras opiniones y actuaciones, poniendo fin a la polarización existente, avanzando en la construcción de una propuesta ciudadana, basada en los principios de verdad, transparencia en la gestión pública, sensatez, tolerancia, dialogo y respeto para la convivencia democrática en medio de la diferencia, reconciliada y comprometida con la equidad social para alcanzar la paz definitiva. 

1 comentario:

  1. Activar los espacios dejados por la comunidad para interactuar, la familia, el barrio, la escuela. Son contextos para ganar en el respeto y convivencia ciudadana.

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